¿Qué hay por aquí?

13 diciembre 2011

Principios, no inicios

Llevo bastante tiempo con cierto desapego a este blog. Los motivos son varios y no muy concretos. No voy a entrar en detalles, pero últimamente no hago más que cuestionarme el por qué de un blog de estas características. Realmente, ¿qué interés puede tener para los demás lo que pasa por mi mente? ¿Qué espero ganar con esto? Pues la respuesta es que ni idea. Solo sé que me apetece hacerlo y que, seguramente, como suele ocurrir, mañana pensaré, con indiferencia, que qué necesidad había. Mientras tanto que sirva como desahogo en este momento de mi vida en que, entre unas cosas y otras, poca vida social tengo y poca gente hay que realmente sepa escuchar. Creo que cada vez somos más egoístas, la gente solo habla de sí misma, sin contemplación. Suelo dejar que hablen esperando mi momento que pocas veces llega, no sé si por falta de interés de los demás hacia mi vida o porque son conscientes de que a mí también me falta interés en la suya y si decido hablar, no les va a gustar lo que oirán. Siendo sincera, si bien poco me importa lo que me cuenta la gente, ¿por qué pensar que puede interesar lo que yo diga? Quizás me dé ventaja esta distancia virtual y que, al ser este mi espacio, nadie esté obligado, sobre todo moralmente, a interactuar y esa ausencia de obligación sea, precisamente, lo que dé pie a querer inmiscuirse.

Se acerca fin de año y supongo que por eso, hoy me ha dado por reflexionar y hacer balance. No ha sido, en ningún aspecto, mi mejor año, pero no significa que no haya aprendido varias lecciones que consigan que el regusto final no sea del todo desagradable. La lección más importante es una que viene repitiéndome un amigo desde hace años, que solía tomarme como un gracioso juego de palabras: "Ser fiel a los principios no implica ser fiel a los inicios".

Tan simple como cierto. Si algo ha caracterizado mi último año ha sido la lucha constante conmigo misma por no perder ciertos aspectos de mi personalidad que creía inamovibles. He sufrido varios cambios, tanto a nivel personal como con mi entorno, y durante muchos meses he sido reticente a aceptarlos, sentía que cambiar ideas que había estado forjando durante muchos años era una especie de fracaso, una debilidad emocional, una completa falta de personalidad pero, sorprendentemente, siento que he roto barreras que me tenían encorsetada en la teoría de lo que quería ser, no en la práctica de lo que realmente soy (los debates sobre qué es la realidad los dejaré para otro momento), y eso me hace sentir un poco más libre cada día. Creo que los cambios son buenos y solo las personas que los respetan son las que quiero que permanezcan en mi vida. La primera de ellas soy yo.